Editorial publicada en el Tradebike 89, Especial Triatlón + Especial Nutrición Deportiva.
En el mundo del ciclismo y el triatlón, hay elementos que trascienden su mera existencia física. Un dorsal no es simplemente un trozo de plástico ni de tela, de la misma forma que una bicicleta no es solo un cacho de metal o carbono. Estos objetos, aparentemente inanimados, cobran vida a través de las experiencias y emociones de quienes los utilizan.
Detrás de cada carrera, hay un grupo de personas dedicadas que convierten el caos en una sinfonía organizada. Los organizadores de triatlones y carreras enfrentan innumerables desafíos. A menudo, cuando alguien me comenta que las carreras son caras y un robo, me enfado profundamente. Me lo cuentan con un teléfono móvil de mil euros en las manos, criticando que una inscripción de cuarenta o cincuenta euros es excesiva. Pero, una inscripción no es solo un dorsal de plástico y un chip; es una experiencia de varias horas, generalmente inolvidable, que merece cada céntimo invertido.
Es posible que prefieras rodar solo o con tu grupeta, y eso está bien. Pero participar en una carrera ofrece una experiencia diferente y enriquecedora. No necesitas aspirar a subir al podio en tu categoría; el verdadero valor reside en retarte a ti mismo, si así lo deseas, y en descubrir – por ejemplo - nuevos paisajes. Empezar en el mundo del triatlón me ha abierto los ojos aún más a estas realidades, en las que se implica mar, asfalto y montaña. Tener kilómetros de pistas solo para ti, un circuito cerrado al tránsito y diseñado para tu disfrute y seguridad, es un lujo que justifica ampliamente el coste de la inscripción. Y por no hablar de esa sensación de cruzar la meta (aunque llegues el último) con un ambientazo que no vivirías de otro modo.
Asegurarse de que no falte ni una sola cinta o valla, que las autoridades brinden su apoyo tanto como sea posible, obtener patrocinio y publicidad, contar con fotógrafos, y lidiar con propietarios de grandes terrenos que se resisten a permitir que la carrera pase por sus tierras, son solo algunos de los desafíos a los que se enfrentan los organizadores. Además, los voluntarios desempeñan un papel crucial, desde los avituallamientos hasta la logística en general, trabajando incansablemente para que cada evento sea un éxito.
Cada carrera es el resultado de un esfuerzo colectivo que muchas veces pasa desapercibido. Desde los organizadores hasta los voluntarios, pasando por los patrocinadores y las autoridades locales, todos ellos son los héroes anónimos que hacen posible que disfrutemos de estas experiencias deportivas únicas.
Participar en una carrera no tiene precio porque va más allá del costo económico; es un desafío personal, una aventura y una oportunidad de descubrir nuevos horizontes (ya sean físicos o mentales). La próxima vez que te prepares para una carrera, recuerda el esfuerzo titánico que hay detrás de cada kilómetro y valora cada momento vivido sobre la bicicleta, nadando o corriendo.
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